Homenaje a José Menese, a quien estaba dedicado el festival de este año.
“No es de recibo que el Festival Flamenco más antiguo de la provincia de Córdoba, por el que han pasado en sus 45 años de vida la grana y oro del cante flamenco-Antonio Mairena, Camarón, su creador nuestro Antonio Fernández Díaz “Fosforito”, el recientemente fallecido, y homenajeado en la presente edición, Enrique Morente…-, vuelva, tras lo ocurrido el año pasado, a padecer la INCOMPETENCIA de unos técnicos de sonido o equipo de megafonía, convirtiendo esta señera cita tradicional andaluza con el cante, desde el punto de vista del sonido, en una típica verbena de pueblo posguerrera. Me consta el cabreo monumental del nuevo Concejal de Festejos y su firme decisión de que esto no vuelva a pasar”.
Palabras pronunciadas, por un servidor, tras la edición del festival del pasado año que, gracias a Dios, podemos desterrar, cuanto menos durante los próximos trescientos sesenta y cinco días, tras la cuadragésimo sexta edición de nuestro Festival de Cante Grande “Fosforito”. El “cabreo monumental” y la “firme decisión” del Concejal de Festejos –sé de lo que hablo- han resultado claves para que, este año, hayamos disfrutado de un SONIDO DE DIEZ en nuestro festival. Desde “Ático Izquierda”, querido José Antonio, te felicitamos por el empeño que has puesto en este controvertido asunto; la tenacidad y el trabajo bien hecho al final, siempre, dan los resultados esperados. ¡ENHORABUENA!, así como a la EMPRESA DE SONIDO con sus TÉCNICOS a la cabeza. Algunos, os estoy viniendo venir, diréis “ claro, este pájaro(refiriéndoos “cariñosamente” a mí) como este año ha asesorado al Ayuntamiento en la configuración del cartel, quiere quedar bien para que sigan contando con él”. Bueno, es lícita y entendible esta reflexión, mas como dice el refrán “cree el ladrón que todo el mundo es de su condición”, y mi conciencia, al fin y al cabo es lo importante, está muy tranquila. Por muy asesor que sea o por mucha colaboración prestada al Ayuntamiento, antes de nada me debo a los lectores de esta revista, y tras cuatro años valorando nuestro festival de la manera que lo he hecho, no creo que sea sospechoso de cierto y empalagoso “abrazafarolismo”. Únicamente trato de ser lo más honesto posible con lo que veo y siento, con la única intención de compartir, si me dejáis, mis SUBJETIVAS impresiones sobre lo que acontece, cada 14 de agosto, en uno de los festivales flamencos más relevantes de nuestro país, nada más. Como hago cada año y acabo de reflejar, insisto en que mi subjetividad es absoluta y mis conocimientos flamencos muy relativos (tendré muchos o pocos dependiendo de para quién); así que no tomaos muy enserio lo que estoy escribiendo. Únicamente se trata de pasar un rato entretenido, circunstancia que se me antoja todo un lujo con la que está cayendo en esta bendita cuna del arte flamenco. Sin más dilación, entremos en faena con lo acontecido.
Este año se ha apostado, claramente, por el cante ortodoxo, recuperándose, con total acierto, el homenaje a una personalidad importante del arte flamenco. Como, imagino, todos ya sabéis, se ha homenajeado a una de las figuras más relevante del cante de los últimos cincuenta años: José Menese. Un cantaor muy querido en Puente Genil – ha actuado la friolera de, con ésta, diecisiete veces en nuestro festival- y que está empezando a recoger-vía homenajes-los frutos de su incuestionable aportación al arte flamenco. Junto a José Menese intervinieron Julián Estrada, Manuela Cordero, David Pino, Aurora Vargas y Antonio Reyes al cante; Antonio Carrión, Manuel Silveria, Gabriel Expósito, Diego Amaya y Antonio Higuero al toque y al baile, el joven cordobés Hugo López con su cuadro. Llevábamos unos años comenzando algo tarde, mas este año se ha mejorado. Teniendo en cuenta la inauguración del alumbrado de la feria y la obligación del Alcalde de acudir a tal acontecimiento, que a las 22:45, con sólo un cuarto de hora de retraso, comenzase el festival con el Alcalde y el Concejal de Festejos ya presentes, lo consideramos un avance que debe de perpetuarse de cara a las próximas ediciones. Así, empezó Juan Ortega con los agradecimientos de rigor, dando paso, inmediatamente, al pequeño homenaje-el institucional se le hizo en el mes de julio- del Presidente de la Confederación de Peñas de Sevilla a Menese. De pronto todos los artistas, el Alcalde de Puente Genil y nuestra V Llave de Oro del Cante-no hace falta decir su nombre- ocuparon el escenario, en un gesto de respeto encomiable, mientras el respetable rendía pleitesía a uno de los mejores cantores de siempre. Menese, muy emocionado, dio las gracias al pueblo de Puente Genil, terminando con unas sentidas palabras a su señora esposa. Tras el acto, lo que verdaderamente nos ocupa, la actuación de cada uno de los artistas.
Abrió el festival, tras una breves palabras del presentador recordando al fallecido Enrique de Melchor, el homenajeado, el morisco-así se conoce a los nacidos en Puebla de Cazalla- José Menese Scott. Si de algo presumimos los flamencos es del gran respeto y consideración que otorgamos a nuestros mayores, a esos grandes artistas forjados en unas circunstancias muy concretas, en las que el arte flamenco fue, claramente, vilipendiado y desprestigiado por todas las élites académicas del país que lo vio nacer. Menese es uno de ellos; él supo, insisto en una época muy compleja y de nulas facilidades para todo aquel que alumbraba el deseo de dedicarse a esto, con su arte, pasión y buen hacer abrirse camino, encontrar su sitio y renovar, junto a su fiel amigo y, de alguna manera, mentor Moreno Galván, el cante desde el punto de vista literario. Además, se atrevió, junto a otros-no nos podemos olvidar de nuestro paisano Jiménez Rejano-a cuestionar los condicionantes sociales de la época, desterrando la idea de que los flamencos, como norma, siempre se arriman al poder establecido. Pero dejemos estas cuestiones y analicemos su propuesta artística .Conviene tener en cuenta que a un cantaor de setenta años y con los achaques, entre otras cosas, de salud como el que nos ocupa, no podemos exigirle un alarde de facultades juveniles y renovadas ni en la forma ni en el fondo, pero sí entrega, oficio y conocimiento. Y esto, queridos amigos, sí lo aprecié en su actuación. Con la guitarra clásica, ortodoxa y muy flamenca de su inseparable Antonio Carrión, Menese fue pariendo, uno a uno, una serie de cantes, recordando sus vivencias y ensimismado en su agradecimiento al pueblo de Puente Genil. Interpretó tarantos, cantiñas, tientos con remate de marianas y cabales. En todo momento, insisto, estuvo muy bien arropado con el sonido flamenquísimo de la guitarra de Carrión, poseedor de un toque muy serio y de nulos escarceos de cara a la galería. Impresionante, a mi modo de ver, su introducción, en este último cante, por seguiriyas, para pasar, sin sobresaltos y con mucho gusto, al modo mayor del toque por cabales. En los cantes más rítmicos estuvo acompañado, muy certeramente, por las palmas de Diego Montoya y Puchi. El público en pie, tras casi una hora, supo reconocer la entrega del Maestro.
Tras la estética clásica de Menese, el renovado y evolucionado cante de nuestro paisano Julián Estrada invadió, a modo de torbellino, el escenario, en un contraste maravilloso. Vamos a ver. Los que seguís mis crónicas anuales de nuestro festival, conocéis mi alta exigencia con Julián, motivada por las impresionantes facultades musicales de las que este artista siempre, porque puede, hace gala. El flamenco, evidentemente, es música pero además es sentimiento, pasión, “pelearse” con los tercios del cante, “abandonarse”, como suelen decir en Jerez, y Julián, en esta ocasión, en mi opinión, lo consiguió. Ya me gustó mucho el año pasado y tras esta edición, siento una gran felicidad por su confirmada mejoría en este aspecto. Julián entiende, de hecho lo es, un festival como un espectáculo, y es lo que ofrece en cada una de sus intervenciones. Así, con esta idea salió, junto a la cada vez más sorprendente guitarra de Manuel Silveria, la de nuestro paisano Jesús Zarrías y un percusionista, cantando unas tonás/livianas con un acompañamiento guitarrístico por soleá ligera. Sé que a muchos no os gustará estas “modernidades” en un festival de estas características, pero a mí, sinceramente, me convencen si se hacen correctamente, respetándose la psicología del cante en cuestión. Y esto, que no os quepa la menor duda, sí lo consiguió Julián. A continuación, ya con una sola guitarra y sin percusión, terció por soleá-Cádiz, Frijones…-haciendo un uso exquisito de los bajos. De nuevo, con la segunda guitarra y percusionista, interpretó, fabulosamente y en un alarde de facultades, la siempre compleja malagueña de Chacón, siguiendo al pie de la letra las enseñanzas, pese a quién le pese, de este venerable cantaor en cuanto al manejo de los cambios de intensidad, rematada con la rondeña chica, fandango de Cayetano y fandango de Yerbabuena. Aquí un pero, considero que Julián tiene condiciones y conocimiento suficientes para cerrar las malagueñas con otros abandolaos consiguiendo el mismo efecto; aportaría variedad a su repertorio. Continuaron los dos guitarristas y el percusionista para hacer uno de los cantes en los que se encuentra más cómodo, alegrías, con una puesta en escena muy rítmica y con todos los detalles musicales bien ajustados. Siguió con unas bulerías, acordándose de la Copla y rematada con fandangos- Vallejo y El Carbonerillo- perfectamente ajustados al complejo compás, aunque el último, lo afrontó a pelo. Para terminar, y ante un público absolutamente entregado, interpretó sus clásicos fandangos personales, haciendo referencia a la actual y compleja situación social. En definitiva, el primer gran triunfador de la noche.
Cuando todavía resonaban los últimos aplausos a la actuación de Julián, la primera debutante de la noche, muy elegantemente vestida, apareció sobre el escenario con la guitarra, otra vez, de Antonio Carrión. Me estoy refiriendo a la joven cantaora, natural de Rota, Manuela Cordero. Por Puente Genil siempre han pasado las promesas más incipientes del momento, y Manuela no podía ser una excepción. Ya estuvo aquí, en el Teatro Circo, hace unos años, dejando un muy buen sabor de boca, confirmado en nuestro festival. Manuela es una cantaora de corte ortodoxo, de entrega y sentimiento con un claro respeto a los cánones más clásicos. Con su voz redonda y profunda interpretó, con rajo, soleares, acordándose, entre otros, de la Fernanda; alegrías, cante que domina muy bien, con los mismos palmeros de Menese; seguiriyas, en un alarde de “pelea” con los tercios y bulerías, con un recordatorio a la legendaria “La Perla de Cádiz”. Ante la denodada insistencia del público no le quedó otro remedio que salir otra vez al escenario, para interpretar unos efectivos tanguillos. En definitiva, buena la actuación de Manuela, dejando al respetable muy satisfecho.
Y tras Manuela, llegó el baile. Algunos aficionados, legítimamente, opinan que, en tiempos como los actuales, no estaría de más, para abaratar costes, renunciar en los festivales al baile. Está claro que no es, quizás, para la mayoría, el principal reclamo, pero no creo que se deba de, y menos en Puente Genil, renunciar a la dimensión del arte flamenco donde aparecen integrados sus tres elementos: cante, toque y danza. Y más cuando disponemos de jóvenes artistas que, con su trabajo y esfuerzo, nos ofrecen calidad. Éste es el caso del cordobés Hugo López. Confieso escuetos conocimientos para valorar, de manera profunda y con autoridad, la danza flamenca. Pero si algo sé apreciar es la elegancia del bailaor, el acople musical de todo el conjunto y la capacidad de transmisión. Y estos elementos, creo, sí que pude observar , con nota, en el escenario. Con una prometedora guitarra cordobesa-Luis Medina-, la percusión de Javier Ramadán, el cante de Inma “La Carbonera” y Delia Membrive-¡ojo a esta jovencísima cantaora! pide a gritos cantar “palante”-, y la palmas de Encarna López-hermana de Hugo y grandísima bailaora que espero, el año próximo, esté con su grupo en el festival-pudimos disfrutar de una bella y extraordinariamente enlazada puesta en escena de estilos como la farruca, fandangos, tonás, seguiriyas y fin de fiesta. ¡Enhorabuena!
Sin tiempo para un receso, solamente el necesario para adecuar, de nuevo, el escenario, comenzó la segunda parte. Y lo hizo con la actuación de nuestro paisano David Pino. David es un cantaor que no engaña, honesto al cien por cien y siempre dispuesto a agradecer, con su profesionalidad y sabiduría, a la afición de Puente Genil la confianza que, merecidísimamente, año tras año le deposita. Además es un artista que siempre innova, presentándonos algo diferente, creando una aureola necesaria de sorpresa, entre los aficionados, ante lo que nos pueda ofrecer. Muy torero y valiente, sin guardarse nada, comenzó, junto a la ilustrada y moderna guitarra del cordobés Gabriel Expósito, por granaínas, afrontándolas con gran determinación tonal en lo agudos. Continuó con unos novedosos y rítmicos tangos. Prosiguió por seguiriyas, practicando la guitarra la técnica de la scordatura –consistente en afinarla de una manera diferente a la generalizada- para terminar con fandangos personales. Ante la insistencia de un entusiasmado público, volvió a salir, para interpretar unos fandangos de Huelva ante el silencio sepulcral en todo el recinto. En definitiva, una actuación redonda.
Tras David, la cantaora sevillana Aurora Vargas. Ésta, con la envolvente, y de gran calidad, guitarra de Diego Amaya y las palmas del insuperable el “Eléctrico” y Rafa, nos ofreció un repertorio de estilos de marcado, como es habitual en ella, carácter rítmico. Así, aunque comenzó con unas sentidas tonás, propuso, cantiñas, soleá, tangos y bulerías. Sinceramente, siento decirlo, no estuvo Aurora al nivel de otras veces. Lógicamente, sigue manteniendo un gran oficio y dominio del concepto rítmico del cante, pero creemos, con todo respeto, que, quizás, su nivel ya no es el de antaño. Y claro, en la actual y terrible situación económica, hacerse cargo de su alto caché, tras, además, haber participado en nuestro festival hace sólo dos años, nos parece una temeridad. Además, insisto, es que no estuvo bien; salvables las tonás, con su indiscutible eco “gitano”, y las cantiñas. Pero, en todo lo demás, excesivamente desafinada, no muy concentrada y algo pasota, con la organización del festival, como demostró en sus interminables, monótonas y, para mí, cansinas bulerías. Qué eran las cuatro y media de la madrugada, mujer, el público cansado y un compañero esperando su, encima, primera vez en una plaza de esta categoría. En fin, cosas de nuestros “genuinos”, algunos más que otros, artistas flamencos…
Y para cerrar la noche, el segundo debutante, el joven cantaor Antonio Reyes. Éramos legión los aficionados pontanos impacientes con la actuación de este pedazo de artista de Chiclana. Y no sólo no defraudó sino que, en mi opinión, junto a Julián, fue el gran triunfador de la noche. Lástima que saliese tan tarde cuando un pequeño sector del público, claramente cansado, abandonaba el recinto, pero la inmensa mayoría pudimos disfrutar de cante del grande. Antonio, en contra de la opinión de algunos que, a modo de inquisidores y fieles guardianes de la “esencia flamenca pontana”, se pusieron las manos en la cabeza cuando se enteraron de que venía al festival, en mi humilde opinión, va para figura. Antonio, además, de momento, y muy inteligentemente, tiene un caché muy asequible en la actual situación de penuria económica. El cante de Antonio es caramelo, sensible y sin grandes sobresaltos, pero a la vez, con su timbre claro y profundo, duele y transmite a más no poder. Además, hace gala de un sentido del compás y afinación sorprendente que provoca la delicia de los aficionados que, por suerte, cada vez más, valoramos estas dimensiones en el cante. Con la flamenquísima y sensible guitarra jerezana de Antonio Higuero y las palmas de Diego y Tate Montoya, en los estilos más rítmicos, interpretó alegrías, acordándose de su admirado Camarón; unas solemnes y recogidas soleares-increíble el quejío inicial-; tangos, parando el tempo y engrandeciéndolos melódicamente; seguiriyas; bulerías y fandangos, recordando, en el último, a otro de sus referentes: Manolo Caracol. En resumen, sobresaliente la actuación de Antonio. Desde luego se ha ganado el derecho a regresar, no muy tarde, a nuestro festival.
Y cuando se acercaba las cinco y media de la madrugada, se dio por concluida una edición más de nuestro festival. De nuevo Puente Genil ha respondido con un espectáculo flamenco digno a su trayectoria e importancia en la Historia del Cante. Felicidades a la organización y a todos aquellos que lo han hecho posible. Para finalizar, no os canso más, dos recordatorios. En primer lugar, a los MIL QUINIENTOS aficionados que pagaron su entrada para disfrutar del cante. Como siempre, respeto absoluto hacia el proceder de los artistas y un comportamiento digno de elogio. Y en segundo lugar, a nuestro don Antonio Fernández Díaz “Fosforito”; un placer maestro tenerle, cada año, con nosotros en su festival. UN SALUDO A TODOS.
Por: Álvaro de la Fuente Espejo