Heredia, Estrada y Reyes bordan la segunda parte del espectáculo, poniendo en pie al público. Puente Genil brilla en las bodas de oro del certamen y rinde un sentido homenaje al maestro
El Festival de Cante Grande Fosforito de Puente Genil se vistió ayer de largo en la celebración de su 50 aniversario. Este evento, que está considerado Bien de Interés Turístico por la Junta de Andalucía, ha dado muestras de estar más vivo que nunca con la asistencia de más de 1.600 personas. La noche comenzó con la distinción al maestro, impulsor de la cita y quien pudo vivir en primera persona, a sus 84 años, el medio siglo de vida del festival. El alcalde de la localidad, Esteban Morales, le hizo entrega de una placa conmemorativa. Una madrugada flamenca que puso todas las miradas en el maestro.
El presentador, Juan Ortega Chacón, abrió el espectáculo recordando las últimas pérdidas inesperadas en el flamenco, entre ellos Juan Habichuela, Juan del Revuelo o José Menese, entre otros. Ya pasadas las once de la noche se hizo el silencio para escuchar al primero de los cantaores, David Pino, quien tuvo la difícil responsabilidad de romper el hielo abriendo un certamen de solera en una noche única. Pino bordó las alegrías, pero arrancó por granaínas y finalizó por malagueñas, destacando el conocimiento musical y la finura en su estética. Tras él llegaron los dos más veteranos de la noche, con hondura y purismo, quienes han subido hasta en siete ocasiones a las tablas del pontanés.
José de la Tomasa destacó en fandangos y seguiriyas con un acompañamiento instrumental de altura. Carmen Linares, a través de los cantes por mirabrás y fandangos de Huelva con estilo personal, dejó su impronta. El cuadro flamenco de Antonio El Pipa acompañado por Felipa del Moreno, Sandra Zarzana y Carmen Cantaora, y la guitarra de Juan José Alba y Javier Ibañez, impresionó y cautivó al público pontanés tanto por su incuestionable poderío como por los acompañamientos y los bailes por tangos, bulerías y alegrías que bordó. No es lo habitual que el público se entregue al baile como ocurrió en la noche pontana. Se levantaron en varias ocasiones ovacionando al cuadro.
Marina Heredia, joven pero con un quejío único, se metió en el bolsillo a los aficionados más exigentes, con actuación estelar muestra del arte completo en el cante y en la estética, finura en el compás, duende y buen gusto. Cantó por alegrías, soleares, tientos, tangos y remató con un cuplé por bulerías, poniendo al público en pie. Julián Estrada gustó y mucho. Arrancó a capela y ofreció un repertorio con tonás, soleá, tientos, tangos y fandangos, levantando al público pasadas las cuatro de la mañana. Le dedicó la letra de un fandango al maestro y Llave del Cante. Y remató sin equipo de megafonía y evidenciando su torrente de voz.
La guinda a una noche redonda la puso Antonio Reyes, la voz del puro cante gitano, que cantó con pellizco, gusto, voz grave y pausa. Consiguió mantener en vilo al público hasta pasadas las cinco de la madrugada cantando por soleá, tientos y las mejores seguiriyas, rematando con unas bulerías de otra galaxia y unos fandangos con bis hasta en dos ocasiones. En la primera parte, acompañados al toque por Gabriel Expósito, José Tomás, Paco Torres y Salvador Gutiérrez. Con los coros y palmas de Richar y Clara Gutiérrez, Ana María González y Rosario Amador. Y en la segunda parte el toque de José Quevedo Bola, Manuel Silveria, Jesús Zarrías y Diego del Morao. Con los coros y palmas de Anabel Rivera, Víctor Carrasco, los hermanos Gamero, Diego Montoya y Tate Núñez.
Diario Córdoba