En contra de lo que nos contaron hace años, el arte flamenco no es exclusivo de una determinada raza o zona geográfica. El arte, queridos amigos, es una creación humana que surge del alma, del intelecto, de la experiencia vital y gracias a unas facultades innatas y técnica aprendida. Un ejemplo de lo que estoy diciendo es el cantaor del que disfrutaremos el próximo 30 de enero en la Peña Cultural Flamenca “Frasquito”, constituyendo una de las máximas figuras del cante actual: Miguel de Tena. Nacido en Ruecas(Badajoz) en 1976, se inició en el flamenco a través del fandango del que es un consumado especialista. Tras pasar por la típica y necesaria etapa de los concursos, estamos ante uno de los cantaores más solicitados del panorama actual en los festivales veraniegos. Ganador de la prestigiosa “Lámpara Minera”, Miguel es un cantaor valiente, de esos que yo llamo de poder, que como los buenos toreros se dejan todo sobre el escenario, diciendo desde el primer momento aquí estoy yo. Con sus portentosos y agudos tonos y con su privilegiada voz rebosante de registros-cuánto nos recuerda siempre al ilustre Manuel Valllejo-, desde el primer momento embriaga al aficionado hasta el paroxismo sonoro más absoluto. Todo ello con una gran afinación y ajustado compás. Después de terminar de escuchar a Miguel, uno se queda con una sensación mezcla de agotamiento y satisfacción. Agotamiento, bueno, diría yo, ¡bendito! agotamiento, ya que Miguel nos somete a un maravilloso e intenso esfuerzo de análisis y asimilación de múltiples matices y giros melódicos. Y de satisfacción, al percibir y disfrutar de un cante de calidad. Le acompañará la joven e ilustrada guitarra pontanensa de Antonio Cáceres, un excelente tocaor que ya se ha hecho un lugar importante en el complejo panorama actual de la guitarra flamenca.
Por: Álvaro de la Fuente