El Festival de Cante Grande de Puente Genil Fosforito, cumplió anoche su 54ª edición, sí ininterrumpida en el tiempo, un evento nacido en una dictadura y que ha sobrevenido a la transición y y a todos los vaivenes de una democracia, ahora podemos afirmar que también le hizo frente al covid, con unos cantaores que le plantaron cara ,entregando el corazón ante una audiencia invisible. Supieron suplir con entrega y garganta la elemental presencial del público superando la ausencia con quejío , tormento y taranto.
El Festival lo abrieron el alcalde, Esteban Morales, insuflando ánimo y dando las gracias a los artistas y un incombustible maestro, Fosforito, que volvió a presidir un evento, el suyo, cumplidos los 88, ¡quién lo diría!”.
Rompió el hielo con empuje y sobreponiéndose a la desoladora situación , un hombre honesto, de aldea, con voz clara y contundente nuestro Jorge Vilchez que regaló a un público virtual una solea, granaina y media y una buleria que levantaron- en casa- a todo el que lo escuchó. Hacía dieciséis años que no había subido al pontanés, fue su ocasión y la bordó.
Con un repertorio estudiado, con un cambio de registro por primera vez en su trayectoria y con alguna que otra crítica por su inclusión en el festival, Carmen Cabezas, la artista invitada sorprendió y acalló con sus alegrías, fandangos y bulerías, abriéndose al flamenco con pie de plomo, oído y elegancia.
La maestría, elegancia técnica y buen gusto nos llegó de David Pino quien con una solea, bulerías y unos fandangos de Huelva, estuvo con todo su alcance métrico, sin descuidar un ápice su cante fino a su altura, al de cantaor de la clase, las letras y elegancia. Pino demostró sobre las tablas, la docencia que ejerce fuera de ellas. Triunfó.
Tras él la planta, el arrojo de una bata de cola sin fin que hizo complejo, aun más si cabe el baile. Pero vestida de luto, porque la ocasión lo requería, Rocío Moreno, maestra en las aulas y artista sobre el escenario ofreció una coreografía en un tiempo, con todos los remolinos a su alcance haciendo un espectáculo actual, de altura y categoría.
Minutos antes del estado de alarma había presentado su último disco “Oro, incienso y mirra”, hasta ayer, por esta pesadumbre de la pandemia no volvimos a escuchar en su tierra al “profesor” Julián Estrada, así es porque acaba de finalizar sus estudios en el Conservatorio Superior. Anoche transmitió con una bulería por solea, una malagueña con abandolá y cerró por cantiñas, todo lo que lleva dentro. Sonrisa, fuerza y raza no le faltaron, no se echó en falta a nadie para que Estrada volviera a salir por la puerta grade.
El broche lo puso otro pontanés, de esos de los que hay que decir de “casta le viene al galgo”, Álvaro Martín Rosales, por primera vez en las tablas del pontanés “siempre soñaba con ello” –dijo sobre el escenario- pero no se esperaba que hubiera sido tan pronto. El laureado con el Premio Jóvenes Flamencos de la Diputación se está labrando un camino en solitario. Eligió una
solea ,una malagueña abandolá y una bulería para dejar constancia de una voz flamenca y poderío sobre la escena.
Los guitarristas ,con dobletes en algunos casos, no acompañaron sin más sino que fueron artífices de unas extraordinarias actuaciones como el caso de Manuel Silveria, Jesús Zarrías, Gabriel Expósito, Alejando Hurtado y Mariano Delgado. Y las palmas sonoras y casi únicas de los no menos extraordinarios Hermanos Gamero quienes pusieron el compás a cuatro artistas.
Magnífico el cuadro de Moreno con Juan Antonio Claus, al cante y Milagros Salazar; a la guitarra: Manuel Aguilar y Mariano Delgado; la percusión de Daniel Morales (Marwel) y las palmas de Jorge del Pino.
Y otro maestro, de la palabra y sabiduría flamenca, Juan Ortega Chacón, con el guión de la epidemia pero en clave flamenca nos dio norte de quienes y cómo de cada uno de los artistas. Y todo bajo un cartel y escenario diseñado por Mario Quero.
Se bajó el telón, sin más y nada menos. Se cumplió con la estricta cronología de la historia, sin dejar laguna en el tiempo a uno de los escasos festivales de este formato que quedan. Se apagaron las luces , sin aplausos , con el corazón encogió ,pero haciendo que la cultura aporte vida a una vida sin vida que un bicho malaje parece que quiere arrebatarnos.
Fuente: Diario Córdoba